En 1970, más de 200 “hippies visionarios”, liderados por el filósofo Stephen Gaskin, abandonaron San Francisco en un convoy de autobuses escolares en busca de una nueva forma de vida. Se detuvieron en las colinas del sur del estado de Tennessee, donde fundaron una comuna a la que bautizaron con el nombre de La Granja (The Farm), una comunidad autosuficiente que sigue prosperando hoy en día. Uno de los principales motores de su viaje de descubrimiento fue la convicción de que la santidad del nacimiento debía volver a la familia; en otras palabras: los bebés debían nacer en casa.
La Granja pronto se convirtió en el escenario del renacimiento de la partería en Estados Unidos, con la enseñanza de métodos para dar a luz. Un hombre que absorbió con rapidez todos estos conocimientos era conocido simplemente como Ben, un individuo dispuesto a embarcarse rumbo a África en busca de una nueva vida. Sin embargo, el destino tenía otros planes para Ben, ya que semanas más tarde, tras perder su barco de conexión en Barcelona, decidió zarpar “en el siguiente barco a cualquier parte”. Así fue como recaló en Ibiza.
Fue allí donde conoció a Lara, una joven recién llegada de su Brasil natal. Ben le enseñaría a dominar el arte de la partería, ayudando así a Lara a sentar las bases de la sección ibicenca de la Asociación Nacer en Casa, un grupo que hoy cuenta con 150 parteras no profesionales repartidas por todo el país que ayudan a las mujeres embarazadas a dar a luz en casa.
Desde que dio a luz a su primer bebé en las colinas de Siesta, Lara ha ayudado a traer al mundo a más de 400 bebés en Ibiza, cumpliendo los deseos de unos progenitores que, sencillamente, no deseaban dar a luz en un hospital. Una opción generalmente rechazada por la sociedad española y la comunidad médica.
“Más de la mitad de la población mundial de mujeres da a luz en casa. Muchas en chozas de barro y chabolas. Estar en casa da a la futura madre un poco de calma y serenidad, a diferencia de los hospitales, que son demasiado clínicos para muchas de ellas”, dice Lara sentada a la sombra de los árboles de Can Muson.
La lucha por la visibilidad y el reconocimiento de las matronas en España no es nueva. Con sólo 12,5 matronas por cada 10.000 nacimientos en España, su situación es precaria. De hecho, los puestos de trabajo son tan escasos que muchas de las matronas trabajan como enfermeras para contar con mejores condiciones y estabilidad, lo que se traduce en un número de matronas inferior al recomendado. España cuenta con un total de unas 9.500 matronas, muy por debajo de países como el Reino Unido, que tiene unas 40.000.
De vuelta en Ibiza, Lara y sus compañeras parteras siguen haciendo tranquilamente lo que mejor saben hacer. “Con cada parto aprendo algo sobre mí misma. Todos nuestros sentidos están totalmente activados, especialmente el oído. Escucho atentamente a la madre mientras da a luz, una partera no está ahí para interferir ni dar órdenes. Os dejamos libres a ti y al bebé, juntos”, sonríe.