La casa pagesa

Con un diseño sencillo, minimalista y altamente funcional, las casas pagesas son el gran tesoro de la arquitectura ibicenca. Protagonistas de la vida rural hasta el siglo pasado, son admiradas por los grandes arquitectos del siglo XX gracias a sus líneas cúbicas, muros gruesos de cal o piedra seca y sus pequeñas ventanas. Abrimos sus puertas.
NATIV
18/11/2024

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 La casa pagesa se conforma de módulos cúbicos que antiguamente iban sumándose según las necesidades y recursos de la familia. Está construida en torno al porxo, la sala principal dedicada a las actividades del día a día, desde la que se accede a la cocina y a los dormitorios.

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Construida esencialmente con los materiales encontrados en el lugar, como piedra seca, vigas de sabina para el tejado, arena, arcilla o plantas marinas. Su interior es austero y funcional, con escaso mobiliario y ausencia de elementos decorativos, a excepción de los arcos y las balaustradas de madera en sus fachadas.

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Las casas se construían sobre las mismas tierras de cultivo para lograr la mayor autosuficiencia posible. Por ello, no podían faltar elementos como el pozo, el horno y la cisterna, que recogía el agua de lluvia desde las cubiertas planas, construidas sobre las vigas de sabina y con capas de posidonia, tierra de carbonera y arcilla.

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El porxet, el soportal o una simple enramada, protege la puerta principal y da acceso al porxo. Si los propietarios eran prósperos, levantaban la planta superior con el porxet de dalt, una galería decorada con los tres arcos donde también se secaban frutas y verduras.

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La orientación que predomina es la fachada principal hacia al sur para aprovechar el máximo de horas de sol, favorecer la ventilación de la vivienda y dar la espalda a los vientos más fríos de componente norte.

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La mayoría de las casas se situaban en la ladera sur de los montes, lo que permitía la defensa de los ataques de los turcos y berberiscos (del siglo XV al XVIII), dando a los payeses una visión más extensa de sus tierras. Incluso en algunos casos, disponían de una torre de defensa.

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Las ventanas pequeñas o ventanucos, más estrechas por fuera que por dentro, emulaban a una fortaleza junto a los gruesos muros de casi un metro de ancho. Estas sirven para aislar de la temperatura exterior y mantener la temperatura de la casa según la temporada.

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Para elaborar los productos agrícolas se crearon construcciones auxiliares como el trull (la almazara), casa del vi (la bodega), la casa del molino, el safareig (la balsa), el pozo o el aljibe. Y según las posibilidades de cada familia, podían tener corrales. Un símbolo de identidad ibicenco que recoge siglos de tradición popular.

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