Desde tiempos inmemoriales, los habitantes de este rincón de la zona norte de Ibiza han disfrutado de una sensación inalterada de aislamiento, de estar separados del resto de la isla. Ni siquiera los piratas podían desembarcar y saquear esta zona, ya que la abrupta costa protegía a sus habitantes y sus productos. Sin embargo, esta situación empezó a cambiar en 1885, cuando se construyó una carretera que comunicaba con la capital. Pero, pese a que se abrió la comunicación con el resto del mundo, muchas áreas del municipio siguieron viviendo aisladas en medio de la naturaleza.
Micheal Mohn, de Bistro Mondo
“Toda la región desde Sant Vicent hasta Sant Joan siempre se conoció como el ‘valle perdido”, dice Rebecca Frayn, cineasta y escritora de best-sellers, que dirige su explotación de agricultura regenerativa de 500 años de antigüedad, Can Pep, junto a su hijo Finn, uno de los diseñadores de Juntos House. “Yo vivía en Londres cuando vi esta propiedad en venta, que estaba lo más al norte que se podía ir en la isla. A nadie le interesaba vivir allí, por estar tan lejos del aeropuerto y las discotecas, pero a nosotros nos enamoró la zona y su sentido profundo del tiempo y de lejanía, los senderos silvestres y las calas escondidas. Además, la imagen de tantos hippies viviendo codo con codo con ibicencos nos llenó de alegría”.
Hoy en día, la zona se ha convertido en uno de los destinos más preciados del mundo, con profesionales de todos los ámbitos (incluyendo los de la tecnología, las finanzas, la alimentación, la moda y el diseño) desesperados por vivir aquí. “Es un momento muy emocionante para la zona”, sonríe Alexea Grech, la mujer cuyo profundo conocimiento de Ibiza hace que su negocio, Ask Alexea, sea una de las principales referencias a las que particulares y marcas acuden para encontrar propiedades y recibir consejos sobre viajes. “Sant Joan es como un armonioso país de las maravillas, debido al contraste entre la pausada vida rural y la comunidad internacional, que trabaja junto a los lugareños en pequeños y animados cafés, mercados y galerías de arte donde conviven personalidades de lo más variopintas en su burbuja santjoanesca”.
Diego y Alexeja en su Art Design Studio; Manuel Molina en Vista Alegre café
The Chai Shop
De repente, estos parajes se están volviendo atractivos para una nueva generación de nómadas globales: jóvenes pioneros y modernos llegados de París, Múnich, Londres, Nueva York y Ámsterdam, que han tenido una vida pautada por los negocios, pero que ahora se rebelan contra los esquemas corporativos. “En lugar de reunirse en salas de juntas, estas mentes despiertas están ayudando a crear comunidades —dice Alexea—. No son hippies, pero sus valores son fundamentalmente los mismos: en lugar de vender en mercadillos hippies, son pioneros en tecnología, bienestar y comercio de criptoactivos.
Sant Joan es el lugar perfecto para ellos, ya que tiene el auténtico espíritu de Ibiza: libertad, naturaleza, vida pausada y una comunidad alejada de los ritmos urbanos y del duro clima político actual”. San Joan, que actualmente es el municipio menos poblado de Ibiza, sigue siendo un entorno prácticamente rural. La vida empezó a cambiar aquí hacia 2004 con la llegada de Atzaró Agroturismo, situado en una finca transmitida entre cinco generaciones repleta de naranjos, que Victor Guach y Philip Gonda transformaron en un hotel de cinco estrellas. Hoy en día, la comarca cuenta con algunas de las mejores ofertas de agroturismo de España.
Vistas de Sant Joan; Dos ibicencas disfrutando en Vista Alegre café
Uno de sus rincones idílicos es Can Quince, situado en Balàfia, un pequeño pueblo construido entre los siglos IX y XIII. “Can Quince es un sueño que mantenemos vivo en familia. Así lo quiso el destino”, dice con una sonrisa su propietaria, Sophie Gotovitch. El hijo de Sophie, Louki, ha creado en medio del bosque de su propiedad, Oinni Garden, un espacio donde se ofrecen clases de yoga, expresión corporal, percusión, conciertos acústicos y tantas otras cosas.
Es un punto de encuentro cultural para artistas que, como todas las cosas auténticas de la isla, hay que cuidar. “Mi madre era artista y siento que este lugar fue como un lienzo en blanco para su creatividad. Hoy lo es para mí y también para mi hijo. Su naturaleza, su gente, su magia del norte, que se mueve a otro ritmo, siempre bailando y celebrando la vida, al amanecer, al atardecer o bajo las estrellas… Tiene una energía muy especial”.
Un ibicenco caminando; Sophie Gotovitch, dueña de Can Quince con Alexea Grech
Esta energía fue una de las razones por las que la fundadora de DRYM Health, Linda Vlasaku, se trasladó aquí desde Londres hace dos años. “Vine de visita durante el COVID y me quedé totalmente impresionada por la naturaleza y la comunidad”, dice Linda, que vive aquí con su pareja, Simon Denyer, el empresario detrás del servicio de streaming de contenidos deportivos DAZN. “Como psicoterapeuta, me apasiona la importancia de equilibrar el sistema nervioso y prevenir el agotamiento. No me había dado cuenta de que mi cuerpo vivía en un estado de estrés constante hasta que experimenté el ritmo de vida de la isla, lo cual me permitió bajar el ritmo y regular mi sistema nervioso”.
Rodeado de un paisaje de contrastes, donde valles llenos de árboles frutales se abren paso entre las verdes colinas y el azul del mar se encuentra con escarpados acantilados, el pueblo de Sant Joan de Labritja es conocido como el último pueblo de Ibiza. Como no podía ser de otra manera, cada domingo su plaza y sus calles encaladas cobran vida con uno de los mejores mercados de la isla. Pero el resto de la semana, el pueblo tiene un ritmo sin igual. En la planta baja del hotel boutique Gare du Nord se encuentra la deliciosa cocina vegetariana de Bistro Mondo, creada por el chef Boris Buono, conocido por su trabajo en Ibiza Food Studio y Noma.
Boris Buono en Bistro Mondo
“Cuando el propietario, Alberto Cortés, se puso en contacto conmigo hace dos años para decirme que quería empezar a impulsar Sant Joan como centro de sostenibilidad, me froté las manos. He visto lo que un buen restaurante local puede hacer por una comunidad y siempre me ha gustado la humildad de este pueblo. El objetivo de Mondo era traer a Sant Joan un bistró de cocina vegetariana de todo el mundo, con un enfoque local de la comida, con una oferta culinaria global e ingredientes locales. Y me encanta Sant Joan. Cuando me mudé por primera vez a Ibiza hace trece años, alquilé una habitación aquí y la atmósfera de camaradería sigue siendo increíble. Todavía me tratan como a un recién llegado, lo cual me encanta. A los lugareños no les interesa nada el turismo, pero entienden que el crecimiento es inevitable. Tan solo tiene que producirse a su propio ritmo”.
Pero hay que decir que muy rara vez los propietarios de bienes raíces quieren vender y, cuando se avienen a hacerlo, se precisa de la mayor discreción para el propietario, la familia, el personal y los clientes. Partiendo de estos factores, la magia de Sant Joan se respira por todas partes. Esto es el nuevo lujo: despertarse en la naturaleza, comer productos frescos del lugar, cenar bajo árboles centenarios, nadar en calas vacías, bailar bajo las estrellas, explorar los pequeños restaurantes y cafés y alojarse en joyas ocultas regentadas por propietarios comprometidos. El consumidor de Sant Joan no busca manteles blancos ni estrellas Michelin, sino un lugar discreto donde la calidad esté en la sencillez y la cultura local, con la música, la gastronomía y la naturaleza como principales pilares.
“La gente que acude a mí en busca de propiedades varía entre dueños de hoteles de Ibiza que quieren ampliar su oferta en la isla, marcas de hostelería que quieren asentarse en Ibiza, colectivos de socios, líderes de comunidades de retiro, emprendedores tecnológicos de vanguardia y particulares que buscan montar un negocio de estilo de vida para cumplir su sueño —admite Alexea Grech—. El proceso es complicado, ya que el coste medio de estos pequeños hoteles en Sant Joan es de medio millón a un millón de euros por llave, lo que hace que los números sean difíciles de justificar para los inversores. Esto tiene un efecto positivo, ya que ha actuado como un filtro natural que aleja a los negocios cuyo único fin es el lucro. Significa que a los compradores que adquieren en Sant Joan los mueve la pasión y las causas nobles antes que el beneficio”.
Y, por supuesto, en el centro de todo sigue estando la música, ya se trate de fiestas en fincas apartadas, en cuevas, en las plazas de los pueblos o en los claros de los bosques. “La diferencia entre nuestros organizadores de fiestas y los del resto de Ibiza es que nosotros no lo hacemos por dinero, sino por diversión”, se ríe Manuel Molina, vecino de Sant Joan, que durante el día trabaja en la cafetería Vista Alegre y por la noche pincha música en todas partes. “Solo los amigos de los amigos son bienvenidos a nuestras fiestas y, la mayoría de las veces, solo necesitamos el boca a boca para garantizar la afluencia de público. Y tenemos el público más amigable de la isla”.
Los ibicencos siempre han tenido que ser flexibles para sobrevivir: así ha sido desde la época de los piratas invasores. Sin embargo, los isleños siempre han sabido que es mejor colaborar que luchar contra el cambio. Se trata de algo que está en su cultura. Y así, a medida que los tiempos evolucionan, esta pequeña parte de la isla paradisíaca sigue avanzando al compás de los cambios. Afortunadamente, las personas idóneas se encargan de mantener la identidad de Sant Joan como el lugar donde las cosas se hacen a su propio ritmo.
Alexea Grech, asesora inmobiliaria en Ibiza, especializada en hoteles fuera de mercado, agroturismos y negocios de hostelería en venta y alquiler en la zona de Sant Joan. @alexeagrech_ibiza
