“Un diseño es una forma de expresar un propósito. Si es lo suficientemente bueno, con el tiempo, puede llegar a considerarse arte, pero antes tiene que crear una solución”. Son palabras escritas por el diseñador estadounidense Charles Eames hace medio siglo y que, en el clima de crisis actual, cobran más relevancia que nunca. Guerra, sequía y desastre medioambiental son ya palabras habituales en nuestra sociedad moderna, que recurre cada vez más al diseño y a los diseñadores en busca de soluciones.
A lo largo de la historia, la vida humana se ha desarrollado en oleadas alternas de migración y asentamiento. El movimiento nómada de personas a lo largo y ancho del planeta ha llevado al descubrimiento de nuevos territorios y a la creación de nuevas comunidades. Saber combinar nomadismo y sedentarismo para seguir avanzando es una de las esencias fundamentales del ser humano. Y sin embargo, nuestro planeta también ha sido testigo del desplazamiento involuntario de millones de personas a consecuencia de guerras o desastres naturales.
Actualmente hay unos 65 millones de desplazados forzosos en todo el mundo, casi la mitad de ellos son niños. Muchos tendrán que empezar de nuevo sin nada más que una tienda de campaña. Abeer Seikaly es una joven arquitecta jordana cuya respuesta a la crisis global de refugiados le ha valido un premio de diseño Lexus. Su solución, llamada Weaving a Home (Tejer un hogar), reinterpreta el concepto tradicional de tienda de campaña o carpa a través de la tradición del tejido y la cestería. El resultado es una estructura ligera y fácilmente plegable, pero técnicamente avanzada.
Seikaly emplea diferentes tejidos para distintos fines malla para las ventanas y para crear espacios de almacenamiento, un tejido solar elástico para obtener energía sostenible, y un conjunto de tubos que conducen el agua, el calor y la electricidad. La estructura se expande y se contrae con los cambios de temperatura, e incorpora un depósito de agua y un lavadero. En un campo de refugiados, estas tiendas van más allá de cubrir las necesidades básicas para sobrevivir: crean un espacio donde poder integrar, sanar y renovar la comunidad.
La comunidad también es el foco central en la primera incursión en el diseño para situaciones de crisis del gigante sueco del diseño Ikea. Sus refugios Better Shelter se entregan en un paquete en plano, tardan cuatro horas en montarse entre cuatro personas, y están diseñados para poder combinarlos, creando así ciudades provisionales. Se trata de estructuras resistentes, de 17,5 m2, con un bastidor de acero y paneles de polipropileno con aislamiento, y duran seis veces más que las tiendas de emergencia habituales. El techo tiene un panel solar que alimenta una luz eléctrica y un punto de carga USB, y el suelo, ligeramente elevado, aisla de la temperatura. Además, se pueden cerrar con llave.
A pocos cientos de kilómetros al este de la frontera siria se han erigido cientos de Better Shelters en dos campamentos. Se utilizan, principalmente, como refugios unifamiliares, pero su diseño modular también permite agruparlos. “Es como jugar con piezas de Lego”, dice Per Heggenes, director de la Fundación Ikea. “Los puedes agrupar de distintas maneras para construir pequeñas clínicas o escuelas provisionales. Las familias también pueden desmontar los refugios, llevárselos o utilizarlos como base en torno a la cual construir con materiales locales”.
«EL DISEÑO FUNCIONAL DA FORMA A LAS NECESIDADES DE LAS PERSONAS»
BMDesign Studios, con sede en Irán, presentó su proyecto Concave Roof: un sistema de doble tejado con una curvatura muy pronunciada, parecido a un cuenco, pensado para recoger agua de lluvia en climas áridos como el de Oriente Próximo (o el de Ibiza), donde, en el futuro, la falta de agua podría llevar a un desplazamiento masivo de personas. En Irán, las precipitaciones son de menos de un tercio de la media mundial, y la evaporación es más de tres veces supe- rior a la media. “El sistema de tejado cóncavo está diseñado para que hasta la más mínima cantidad de lluvia baje por el techo y forme gotas más grandes que se recogen antes de evaporararse”, afirman desde BMDesign Studios.
Antiguamente, las balsas de riego de Ibiza eran la salvación durante el verano. Sin embargo, los actuales habitantes de la isla han dejado que muchas de ellas se sequen y que crezca en ellas la vegetación. Un sistema de gestión continua del agua de lluvia será clave para garantizar que, en el futuro, los acuíferos de la isla, que están en las últimas, no se sequen.
En Dinamarca, la estudiante de diseño Kathryn Larsen ha investigado el uso de zostera marina, una planta acuática bastante parecida a la posidonia, como material sostenible para techumbres. Inspirándose en la tradición de los vikingos, que usaban esta planta para los techos de paja de sus comunidades costeras (es probable que los fenicios de Ibiza hicieran lo mismo en Sa Caleta), Larsen ha diseñado un método moderno con paneles de zostera prefabricados, aptos para fachadas y techos.
La zostera es ignífuga de forma natural, con huella de carbono cero, resiste a la putrefacción, y al cabo de un año se vuelve impermeable. También aisla de la temperatura y fomenta el crecimiento de plantas en su superficie, creando un ecosistema vivo dentro del edificio.
La arquitectura viva no es algo nuevo, las antiguas fincas ibicencas ya se construían con piedra, arena, arcilla y plantas marinas, materiales que responden a los cambios del entorno, pero en el futuro podría atenuar los efectos del desarrollo excesivo. En la India, un país cuya industria de la construcción será, se calcula, la tercera mayor del mundo en 2025, un equipo de la Escuela de Diseño e Innovación de Bombay ha desarrollado Green Charcoal, una alternativa ecológica al hormigón: ladrillos fabricados con tierra, cemento, carbón y fibras orgánicas de lufa, en los que pueden crecer plantas y microorganismos. El carbón, además, sirve para purificar el aire, al absorber nitratos.
Los responsables del proyecto, Shreyas More y Meenal Sutaria, también afirman que los poros “actúan como millones de pequeños depósitos de agua” que reducen la temperatura del ladrillo y refrescan los ambientes interiores. Teniendo en cuenta que las tradicionales fincas ibicencas se diseñaban para que se mantuvieran frescas en verano y cálidas en invierno, está claro que los diseñadores de hoy en día se inspiran en el pasado para mirar hacia el futuro.