El guardián de las luces del mar

Los fareros aún existen y, a pesar de la automatización, siguen siendo fundamentales para mantener una navegación segura. Hablamos con el hombre que cuida las costas de Ibiza y Formentera.
Por Luciana Aversa · Fotos: Álex Soto
12/12/2024

Navegar con mal tiempo entraña sus riesgos, pero siempre puede ser peor si hay personas inexpertas implicadas. Una de estas situaciones vivió el farero Santiago Ribas Ribas cuando un día, a pesar del temporal que azotaba, tuvo que zarpar rumbo al islote de Tagomago para llevar a un contratista. “El hombre debía visitar el faro para hacer obras y, como solo tenía ese día disponible, fuimos para allá”, cuenta sobre una anécdota que pasó a principios de los 2000 pero que recuerda como si fuera ayer.

Al llegar, el mal tiempo impedía que la barca pudiera atracar en el muelle, por lo que decidieron bajar en un bote a remo, con la mala suerte de que el contratista se quedó agarrado a la barca al saltar y su propio cuerpo hizo de puente entre ambas embarcaciones. La constitución física del hombre no facilitaba las cosas: “Debía de pesar unos 120 kilos”, recuerda el farero. Esto solo podía terminar mal y así fue: el contratista cayó al mar, con él su cartera y los billetes que llevaba encima, que quedaron flotando en el agua.

Santiago Ribas Ribas

“Yo estaba en el bote con los remos, la barca la conducía un patrón y el viento nos llevaba hacia las rocas”, describe. En ese momento ocurrió lo más peligroso de estas situaciones: tener que mover las hélices para evitar que la barca termine contra las rocas mientras hay una persona en el agua. El contratista finalmente logró subir al bote, introduciendo a la vez grandes cantidades de agua. La escena tuvo un final feliz, incluso para los billetes, que fueron recuperados por el propio Santiago y devueltos a su propietario.

Esta es una de las múltiples historias que ha vivido como farero, una profesión que poco a poco va desapareciendo y que él desarrolla desde 1985. De hecho, es uno de los dos únicos fareros que están a cargo de los doce faros y las veintiséis balizas ubicadas en puntos estratégicos de los islotes y del litoral pitiuso.

Empezó trabajando en los faros de Tossa de Mar, Castellón, la Mola y ses Coves Blanques, para llegar finalmente al de es Botafoc, donde vive desde 1996. Más que un destino, fue un regreso a casa. Ribas creció en la vivienda ubicada junto a este faro porque su padre, de quien ha heredado el oficio, también fue farero. “Cuando yo entré aquí, en Ibiza y Formentera éramos siete; ahora quedamos dos”, detalla sobre un trabajo que se automatizó en los años 70 con el funcionamiento tecnológico de las linternas y que a partir del año 2000 dispone de un sistema de telecontrol.

Los faros de las Pitiusas también han sido pioneros en innovación y ahí está el ejemplo del faro d’en Pou, el primer faro solar de España, que ilumina el tráfico marítimo entre Ibiza y Formentera desde la Illa des Porcs, en es Freus. Pero cuando el clima se empeña en recordarnos que es más poderoso que cualquier tecnología, vuelven los métodos tradicionales. Esto ocurre cuando la niebla es tan densa que impide ver los dos islotes de es Daus, situados a una milla del puerto de Ibiza. En esos momentos se activa la sirena del faro es Botafoc, la única de toda la isla, para que los navegantes puedan llegar a buen puerto orientados por esta señal acústica.

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