maria escandell

El placer de toda una vida ligada a la artesanía

Por Ángela Torres • Foto: © Álex Soto
06/09/2025

Maria Escandell revive muebles antiguos, imparte talleres, enseña a vecinos y, en cualquier momento, se toma el tiempo de reparar una silla solo por el puro placer de hacerlo. Empezó su andadura como artesana hace quince años, cuando su marido Joan, carpintero de profesión, pasaba temporadas sin ayudantes y necesitaba que alguien terminara las sillas de madera que diseñaba. Entonces, la ibicenca, que hasta el momento había sido diseñadora de moda Adlib, cambió los tejidos por fibras naturales como el cáñamo, el esparto o el yute, que manoseaba durante horas en el taller que el matrimonio conserva en el bajo de su vivienda en Ibiza.

A Escandell, la inspiración le ha venido, casi siempre, de manera inesperada, como cuando, durante un viaje a Menorca, vio en la Cova d’en Xoroi un diseño trenzado que imitó al llegar a casa. “Empecé con un modelo de cuatro por cuatro de cuadros, muy sencillo, fue con el que comenzó también mi marido, y estuve más de dos años haciendo lo mismo, porque no sabía hacer más”. Con el tiempo fue entrenando la mirada y empezó a posarla en las sillas de la gente para imitar los diseños.

Aprendía haciendo y deshaciendo, porque había modelos complicados, y así fue ejercitando las manos, en un ensayo-error a través del cual perfeccionaba su labor. Mientras tanto, su marido trabajaba con enea, pino y todo tipo de maderas adquiridas a distintos proveedores locales para crear la estructura. Había épocas en las que, en poco tiempo, llegaba a hacer cien. “Ningún carpintero quiere hacer sillas porque es lo que más trabajo da, ya que tiene muchas medidas y tienes que ajustar las máquinas para cada una de las piezas”.

Las vendían en mercadillos de la isla, como el Medieval, donde la gente se acercaba y admiraba el trabajo hecho a mano, con cuidado y cariño. Sobre todo, los extranjeros. Aunque su forma de venta habitual era a través de encargos de particulares o incluso de restaurantes de la isla, haciendo frente a pedidos de treinta o cuarenta sillas al mismo tiempo. Cuando Joan se retiró, ella convirtió el trabajo de los dos en un hobby. “Seguí yendo a algún mercado, como el de Santa Gertrudis, y me llamaron para ir al de Sant Josep y al de Sant Rafel”.

Pero ahora Maria Escandell ya trabaja en slow motion. Cuando alguien no quiere una silla, a veces la encola y la arregla con algún diseño que conserva en su memoria. También se dedica, de vez en cuando, a hacer talleres formativos, que ha impartido en Jesús y en el Molí d’en Simó (Sant Antoni), entre otros. Incluso ha enseñado a uno de sus vecinos a trenzar “Me dijo: ‘Maria, vengo un día, me siento a tu lado y me enseñas’. Y en un rato ya lo había pillado”.

Dar segunda vida a muebles de sus conocidos o familiares es ahora su pasión. El más antiguo de ellos: una silla de casi cien años que iba a tirar su cuñada y cuya vida, gracias a sus manos, se alargó.

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