
Desde finales de mayo, San Antoni de Portmany tiene un paseo mágico de 160 metros de recorrido y más de 1.000 m2 de superficie. Endless Rainbow Walk es el nombre de una obra única que interactúa con la vida de la calle Santa Agnès y con toda la zona del West End. Hablamos con su autor, el artista urbano cántabro Okuda San Miguel, uno de los creadores españoles más reconocidos en todo el mundo. Como confiesa en esta entrevista, Endless Rainbow Walk es uno de los encargos más exigentes de su carrera, una obra que forma parte del plan de revitalización del Ayuntamiento de Sant Antoni.
¿Qué has querido transmitir con tu intervención en Sant Antoni?
Quería transmitir una especie de collage multicultural. He rescatado símbolos más básicos y simplificados de mi lenguaje, como mi estrella del caos, mi animalario y ese universo colorido. La técnica, al ser con colores planos y sin degradados, me llevó a trabajar con elementos más esenciales. La idea es reflejar la diversidad y la multiculturalidad que me transmite la isla, con toda esa gente de distintos lugares y colores que viene. Creo que la obra da la bienvenida a todas esas personas que llegan, y hay una retroalimentación cultural y energética entre ellas y la isla.
¿Alguna vez habías hecho algo como esto? ¿Cuál ha sido el mayor reto al que te has enfrentado en este trabajo?
Es la primera vez que intervengo en un espacio tan grande y, además, en el suelo. Tuvimos que hacer antes una fase de experimentación para encontrar el mejor material. Al final, utilizamos una mezcla de varios, sobre todo poliuretanos. Cada color estaba milimétricamente calculado, marcamos todo el embocetado de las tres fases del paseo y cada mezcla se hacía en el momento. Fue mucho más lento de lo habitual. Estuvimos un mes pintando y otro mes entre preparar la superficie y barnizar. Además, influyó mucho el clima: tuvimos un mes y medio de retraso por las lluvias. También teníamos la presión de acabar antes de que llegara la masificación de mayo, porque la calle estuvo cortada mucho tiempo. Ha sido uno de los trabajos más largos y complejos que he hecho, pero también muy gratificante, porque por primera vez el público puede caminar dentro de la obra y sentir esa sensación de estar dentro de algo infinito.


Es una obra viva, que cada día es no sólo vista, sino tocada, pisada, intervenida por la gente. ¿Cómo crees que puede evolucionar?
Creo que la obra se completa cuando llega el visitante y camina por ella. Queremos hacer algo especial en septiembre, traer a gente muy diversa y organizar algún evento en ese espacio que potencie esa diversidad que transmite la obra. Ya hicimos algo parecido al principio, llevando a un grupo folklórico de ball pagès con los trajes tradicionales de Ibiza. Fue un contraste muy bonito entre mi lenguaje contemporáneo y esos ornamentos tradicionales. Las joyas geométricas de los trajes conectaban con mi geometría, y eso fue maravilloso. Esa relación entre la gente y la obra, y viceversa, va a hacer que siga evolucionando. Eso es lo más bonito de todo.
¿De qué manera puede el arte ayudar a que los vecinos y visitantes se relacionen de otra manera con la ciudad?
La obra intenta aportar algo diferente, atraer a un nuevo visitante más cultural. Alguien que venga a emocionarse, a sentir cosas y a caminar por ella. Ibiza ya tiene muchos tipos de visitantes, pero la idea es fomentar, al menos en esa zona, un turismo más cultural. Que el arte sirva como un puente para vivir el lugar de otra manera. Como cierre, me gustaría invitar a todos a visitar mi perfil de Instagram (@okudart), que uso como un diario personal. Allí comparto mis proyectos, el proceso detrás de cada obra, los estudios en los que trabajo, las exposiciones que visito y todo lo que forma parte de mi día a día como artista. Están todos invitados a seguirme y a descubrir más sobre mi universo.