Muchas veces no somos conscientes de los tesoros que tenemos tan cerca cuando estamos en la playa, tomando el sol o bañándonos. Uno de los casos más evidentes es el de s’Argamassa o de la cercana playa sa Trenca (también conocida como cala Martina). Ambos nombres están relacionados con un antiguo acueducto, rudimentario, que forma parte de una antigua piscifactoría y de un asentamiento marítimo rural. Algunas partes del yacimiento son de la época tardo púnica, mientras que otras son de las épocas alto imperial y bajo imperial romanas y bizantina. El acueducto de medio kilómetro de largo se extiende desde el interior hasta el mar, pasando al lado de un hotel.
Durante mucho tiempo se pensaba que era una acequia por donde se sacaba el agua que había inundado las minas de Sant Carles a finales del siglo XIX, pero la realidad es que se trata de unos restos muchos más antiguos. Todo este tramo de costa está salpicado de rocas que formaban parte del acueducto, como demuestra la parte del canal que las atraviesa de un lado u otro. Es evidente que el mar, en unos 2.000 años, ha engullido buena parte de la milenaria edificación.
Uno de los nombres más intrigantes de la zona es el de ses Cambres, hoy situado a la altura de la costa de la cercana punta d’Arabí. Sin embargo, es muy probable que en este caso se trate de un traslado del topónimo. Muchas veces ocurre que el nombre de un lugar, cuando los hablantes ya no entienden su significado, cambia de sitio, se traslada, como pasa con es Castellar, al sur de cala Llonga. En este caso, ses Cambres bien podría ser un topónimo trasladado de la zona de s’Argamassa y sa Trenca. ¿Y que podrían ser estas cambres (cámaras)? Evidentemente, podría tratarse de los compartimentos comunicados donde se debían de hacer crías de peces. Toda la zona cerca a s’Argamassa y sa Trenca es de poca profundidad hasta l’illa de Santa Eulària que hay enfrente. Es muy probable que fuese esta la zona que se usaba para hacer piscinas naturales donde crecían los peces.
Si en el caso anterior los restos romanos –e incluso tardo púnicos–, son materiales, en este otro caso son lingüísticos. Se trata del lugar conocido como es Portitxol, antiguamente Portitxol de Rubió. Cabe tener en cuenta que el rincón más oriental de toda la bahía de Portinatx es conocido con el mismo nombre, en este caso, Portitxol de Portinatx.
El mote portitxoles un derivado de port, con un sufijo diminutivo que, en realidad, es la suma de dos sufijos diminutivos: -itx + -ol. Prestigiosos lingüistas como Joan Veny y Joan Coromines consideran que portitxol(que significa pequeño puerto costero), es un mote mozárabe y especialmente ibicenco.
Actualmente el concepto mozárabe aplicado a la lingüística está muy desprestigiado, porque se considera que el latín, por muy arabizado que estuviese, ya había desaparecido cuando llegaron los catalanes en el siglo XIII. En lugar de mozarabismos se habla de romancismos andaluces. Sin embargo, el nombre no hace a la cosa. Lo digamos de una manera o de otra, el mote portitxol, muy ibicenco, posiblemente ha pasado al catalán como un superviviente de otros estratos lingüísticos anteriores.
Cuando nos encontremos en cualquiera de estos dos lugares, s’Argamassa o sa Trencapor un lado o es Portitxol por otro, pensemos que, además de un mar espléndido, el paisaje, el sol, el tiempo… nos envuelven muchos siglos de historia. En el primer caso, visibles materialmente, dentro del mar y justo al lado; en el segundo, por el eco del topónimo, de un nombre que ha sobrevivido a los largo de los siglos y ha llegado hasta nuestros días.