Alemania, Bélgica, Camerún… Ibiza atrae a gente de todo el mundo que no solo elige la isla como hogar, sino también como sede de empresas innovadoras.
Nicolò Napoli, Sicilia, Italia
Este siciliano de 37 años, empezó a jugar al ajedrez con 10 años en el colegio de su localidad natal, Palermo, y no ha parado. Se instaló en Ibiza en 2017 por amor a una ibicenca –su actual esposa, Diana Riera, fiel lectora de nuestra revista–, a quien conoció en un Open Internacional de ajedrez en el Hard Rock Café de Ibiza. Trabaja como entrenador de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) –por tres años ha recibido el premio de “Mejor Monitor de Ajedrez” de Italia–, y en el 2019 ganó el título de Campeón Absoluto de las Islas Baleares. Nicolò ha tenido la posibilidad de llevar su pasión por el ajedrez en diferentes lugares y contextos: colaborando con proyectos para desarrollar la lógica de los niños en colegios, impartiendo charlas para la gestión del estrés en empresas, preparando a jóvenes para disputar campeonatos y jugando simultaneas (jugar 25 partidas o más a la vez) en los más icónicos sitios de Ibiza.
Andreas Tsanos, Grecia
Estudiando en Londres se enamoró de una ibicenca y cansados del cielo gris se mudaron a Ibiza en 2014 con su consultoría gastronómica y su amor por México. Aquí conoció a su socio y enseguida dieron forma a CHIDas cantina, una taquería que abre todo el año “nada pretenciosa y con la calidad como sello distintivo” que además ofrece una variada carta de cócktails donde no faltan sus bebidas de referencia como son el tequila y el mezcal. ¡Qué chido, wey!
Awa Djabou Baidid, Camerún
Más de dos décadas después de mudarse a Ibiza, Awa continúa su labor de “sensibilizar a la gente de la isla de los beneficios del yoga y respetar el entorno en el que viven”. Lo hace desde su templo, la estructura japonesa que este año ha cumplido siete años en el Hotel Xereca y donde imparte sus clases basadas en “el respeto, la humildad, la igualdad y la paciencia” mientras le encanta, dice, “vivir al día porque es así la única manera de disfrutar”.
Michel Mouffe, Bélgica
Pisó Formentera por primera vez en 1986 y de “golpe sentí amor por la isla, convencido de que había encontrado mi sitio perfecto”. 30 años después “tuve la suerte de comprar una casa y montar mi taller para trabajar”. Haber cambiado la ciudad por el paraíso parece haber influido en su pintura: “Mi familia y amigos dicen que mis colores son ahora diferentes. No tiene nada que ver trabajar en una ciudad que desde una casa en un acantilado con vistas al mar al lado del faro de La Mola, donde menos en julio y en agosto nunca hay ruido”.
Franz Kokowashi, Austria
Llegó a Formentera por primera vez en 1984 mientras vivía en Togo, África. “Era muy joven y me gustaba viajar”. Al principio la pequeña de las Pitiusas “me pareció una piedra en el mar con muchos hippies y donde todo era muy barato”. “Nunca me imaginé que viviría aquí, y tampoco me planteaba si quedarme o irme, pero cada día ocurría algo interesante”. Hoy Franz sigue trabajando en sus esculturas, “ahora exclusivamente de madera: olivo, sabina o algún tronco que el mar me trae”.
Shirley Vanrijn, Países Bajos
Cansada de una “vida aburrida” en Holanda, Shirley decidió viajar de mochilera por el mundo hasta que llegó a Indonesia y se enamoró de un ibicenco. Trabajaba con él gestionando sus negocios hasta que la pandemia los separó y se dedicó a “conectar” con las empresas de Ibiza para montar su propia empresa de ‘concierge’ que hoy funciona con gran éxito por “ofrecer un trato muy personalizado al cliente”. Este verano celebra sus Shibiza Nights todos los miércoles en W Ibiza Hotel.
Andrea Wirsum, Alemania
Desde pequeña Andrea soñaba con un futuro bajo “un cielo azul y soleado” y tras siete años en Barcelona decidió trasladarse a Ibiza, cambiando la gran ciudad por la naturaleza de la isla de la que ama a partes iguales “los extremos del verano y del invierno”. Tras trabajar como directora de marketing en Engels & Volkers comenzó su andadura empresarial en ventas, liderazgo y comunicación desde la inteligencia emocional porque, según afirma, “todo es posible, si encuentras el camino”.